AMENAZAS SOCIALES DE LA REVOLUCIÓN DIGITAL

Roberto Velasco

Felipe Serrano | Reseña

Felipe Serrano, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco,
(UPV/EHU)
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El profesor Roberto Velasco acaba de publicar un nuevo libro titulado “Amenazas Sociales de la Revolución Digital”. En las páginas de este trabajo pueden encontrarse definiciones claras y precisas de conceptos tales como: “robotización”, “inteligencia artificial”, “big data”, “Industria 4.0” o “ciberdelincuencia” y “ciberseguridad”. Los fenómenos a los que se refieren estos conceptos han pasado a formar parte de nuestra cotidianeidad, sin que tengamos claro en muchas ocasiones cómo están contribuyendo a transformar nuestra vida. Algunos dirán, y con razón, que nos la están haciendo más difícil, aunque no podemos ignorar aspectos tan positivos como las mejoras en los tratamientos médicos que han facilitado o la disminución en los costes de información que han auspiciado.

Pero lo más relevante de este nuevo trabajo del profesor Velasco se encuentra en la advertencia sobre la que se construye la obra: los retos sociales a los que nos enfrenta la revolución digital.

Para los economistas el cambio técnico es, junto con las instituciones, el motor principal del crecimiento económico. Las transformaciones tecnológicas que está induciendo la revolución digital todavía no han alcanzado su plenitud, pero ya hemos visto lo suficiente para percatarnos de los retos a los que debemos enfrentarnos. En el libro el profesor Velasco explica el potencial impacto que estos cambios pueden tener en el empleo, tanto en la “cantidad” como en la “composición” y la “calidad”. Pero esto no es mas que una introducción al verdadero objetivo del trabajo. El interés del profesor Velasco se encuentra en mostrarnos que la naturaleza disruptiva de esta revolución tecnológica transciende el ámbito de la economía, y que es nuestra “forma de vida” la que está siendo amenazada por la anarquía con la que estas nuevas tecnologías están entrando en nuestras vidas.

La información personal que volcamos en la red cuando realizamos compras a través de internet, o cuando utilizamos los buscadores para comparar ofertas, o cuando consultamos la prensa, es utilizada para identificar patrones de comportamiento o inclinaciones ideológicas y políticas que luego se venden para orientar campañas electorales. La privacidad se transforma de esta forma en un bien comercializable sobre el que los “agregadores” de preferencias se asignan unos derechos de propiedad con un dudoso respaldo legal. Y esto cuando no utilizan la información que obtienen por su labor de intermediación entre el vendedor y el comprador final para orientar la venta de sus propios productos, expulsando así del mercado a los competidores que usan sus servicios de intermediación. Pero los peligros no vienen solamente de las empresas que monopolizan (o parasitan) estas nuevas herramientas tecnológicas. Es en la propia naturaleza de estas tecnologías en donde se contiene el germen de los problemas. La Inteligencia Artificial, insiste el profesor Velasco, es un producto hecho por los hombres. Por tanto, nuestras imperfecciones, nuestra ética o nuestros prejuicios terminan transmitiéndose a los algoritmos que diseñamos para procesar la información. Los programas informáticos que organizarán (y organizan ya) nuestras vidas no son asépticos y neutrales, tal como se trata de presentarlos, sino que expresan unas determinadas reglas de juego. Las convenciones y las normas sociales, así como las reglas formales que organizan nuestras relaciones sociales pueden ser sustituidas por las convenciones y las normas de quienes tienen la capacidad para diseñar los algoritmos o para encargar su diseño. Pocas veces es posible observar con tanta crudeza la aseveración del profesor Douglas North sobre la íntima relación que existe entre el diseño de las reglas de juego sociales y los intereses de quienes tienen el poder de negociación para imponerlas.

No cabe derivar de lo dicho, sin embargo, que el profesor Velasco proyecte una imagen deprimente del futuro que nos aguarda. Precisamente porque defiende la tesis de que la revolución digital no es una revolución que se impone a los mortales de manera inexorable, como si de la ley de la gravedad se tratase, muestra al final de libro algunos de los retos que deberíamos afrontar para que la convivencia con estas nuevas tecnologías sea positiva. Pero para que estos retos puedan ser abordados es necesario que la sociedad tome conciencia de los peligros a los que nos enfrentamos, entre otros, a la pervivencia de nuestra propia libertad para orientar los cambios a la voluntad de la mayoría, y no a la voluntad de un grupo de privilegiados que tienen el poder para imponer sus reglas. No deja de ser contradictorio que en un momento histórico tan trascedente como el actual, en el que la recuperación de los valores éticos que han permitido a los hombres vivir en sociedad de una manera civilizada, se prive a las generaciones futuras de una formación filosófica. Tal vez sea esta la primera batalla perdida contra los sacerdotes de la nueva religión tecnológica