AMENAZAS SOCIALES DE LA REVOLUCIÓN DIGITAL

Roberto Velasco

El Correo | «No está bien que cinco gigantes controlen la digitalización»

AUTOR: MANU ALVAREZ

Roberto Velasco, catedrático ya jubilado de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco, ha decidido ahora meter el bisturí de su capacidad de análisis sobre la digitalización, con una obra que ha titulado ‘Amenazas sociales de la revolución digital’. Un proceso que todo el mundo sitúa como una de las claves del desarrollo económico pero que, en su opinión, entraña un buen número de peligros. Pese a todo, demuestra con sus propios hechos que no se opone a la tecnología ni a los avances que se han derivado de su aplicación. En esta ocasión, ha decidido convertirse él en editor del libro y distribuirlo de forma exclusiva a través de su página web www.robertovelasco.es. 

– ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? 

– No, en absoluto. Creo en los avances de la humanidad aunque haya algunos que no me gusten, como sucede con la aplicación de la tecnología digital a las armas de guerra. Este país no se parece nada a lo que era hace treinta o cuarenta años, afortunadamente. 

– ¿Qué le parece el metaverso? 

– De ahí seguro que no puede salir nada bueno. También le digo que la inteligencia artificial es ahora mismo el mayor peligro de la humanidad. 

«No respetan las reglas» 

– En su libro critica con dureza la posición de las empresas que se han convertido en gigantes de las nuevas tecnologías. 

– No está bien que cinco gigantes tecnológicos dominen la digitalización. Son empresas que no respetan las reglas de la competencia, ni las fronteras, ni la democracia y que ganan ingentes cantidades de dinero. Y todo ello sin tener en cuenta que perjudican a colectivos concretos, como sucede con una parte de los jóvenes. Creo que deberíamos cambiar el nombre de algunas cosas. Por ejemplo el de redes sociales. Más bien son redes fecales.

Teletrabajo 

«Permite instaurar la jornada eterna, genera problemas sicológicos y limita la creatividad»

– Todos los intentos para contener esa posición de dominio o los problemas fiscales que está generando no parece que tengan demasiado éxito. Ahí están los últimos impuestos aplicados en España a las tecnológicas, que apenas recaudan algo. 

– Es cierto. La razón es que las leyes siempre van por detrás de los pioneros. Además, las multas les dan exactamente igual, precisamente por lo desmesurado de sus beneficios. Es curioso, pero en el mundo de la digitalización los ‘hackers’, los delincuentes, son los personajes más innovadores. 

Impacto en el empleo 

– ¿Cree usted que esa situación privilegiada de las grandes compañías tiene alguna solución? 

– Una legislación que encauce su funcionamiento, pero no es una tarea sencilla. Son gigantes globales y eso exige una legislación global. No sirve con una solución local. 

– ¿Pondría usted un impuesto a los robots? 

– Complicado. Ahí me agarro a la tesis del catedrático Felipe Serrano cuando dice que lo primero que hay que resolver es la personalidad jurídica del robot y eso no está a la vuelta de la esquina. Técnicamente se puede aplicar, como el impuesto que pagan todos los franceses por tener un aparato de radio en casa, pero no lo veo a corto plazo. 

– Hay quien sostiene que la robotización y la digitalización generan desempleo. 

– En un primer momento puede ser, pero ahí estoy al lado de los positivistas, de los que creen en el futuro. La historia demuestra que una tecnología que empieza puede crear problemas sociales por la destrucción de puestos de trabajo, pero con el paso del tiempo se crean más empleos, mejores y mejor pagados. En este mismo momento se ha evaluado en 200.000 puestos de trabajo la mano de obra especializada en competencias digitales. 

– Precisamente en relación con este tema hay una crítica permanente de las empresas a la Universidad, porque no forma en las competencias que requiere el mercado de trabajo. 

– Hay que admitir que la Universidad va siempre con retraso, pero no estoy del todo de acuerdo con esas demandas. En general y salvo excepciones, la empresa siempre ha tenido un desprecio soberano por la inteligencia de las universidades. Como que no existe. Y es que las universidades deben primero formar personas, enseñar a pensar y a despertar el espíritu crítico de los jóvenes. Luego, más tarde, es cuando esa persona puede convertirse en un tecnólogo. Y este desfase entre la demanda del mercado y la oferta de profesionales es algo que vamos a vivir siempre. 

– La pandemia ha permitido que se exploten al máximo las opciones del teletrabajo. Hay que considerarlo un avance fruto de la digitalización. 

– O un retroceso… 

– ¿Es usted crítico con el teletrabajo? 

– Bastante. Le veo un buen número de problemas. Por ejemplo, que permite instaurar la jornada eterna. No salir de tu casa tampoco me parece que sea lo más saludable y genera muchos problemas sicológicos. Al menos, sensación de soledad. Las empresas tienen un valor interno, que es el de las relaciones personales. Y la creatividad está relacionada con el trabajo en equipo, con el roce entre las personas y no con el aislamiento individual. Después de un momento de aparente furor, yo creo que en estos momentos estamos en claro repliegue en cuanto al uso del teletrabajo.